Según la teoría económica que conocemos desde el siglo XVIII, el capitalismo permite realizar un reparto más eficiente de los bienes, que son escasos. La variable clave en este sistema, es el capital, a través del cual se realizan los intercambios. La demanda y la oferta equilibran el mercado, de manera que se acuerda un precio de equilibrio que resulta ser el más eficiente comprendiendo los intereses de una y otra parte.
Desde aquella primera revolución industrial, han existido grupos más o menos liberales, es decir que defienden o no la intervención del Estado. Hoy en día, el sistema económico que predomina en gran parte del mundo, es un sistema capitalista con importante presencia del Estado. Pero hoy no abordaremos el asunto del intervencionismo, sino de la posición actual de este sistema.
Este siglo, el capitalismo ha sido puesto en duda más que nunca a través de eventos que han quedado marcados a fuego en nuestra historia. En 2001, Estados Unidos recibió un golpe con el atentado que provocó la caída de las torres gemelas, icono incontestable del capitalismo en el país. Muchos expertos sostienen que la razón no fue otra que la venganza por ocupar territorios ajenos e imponer su sistema.
Algunos años más tarde, nos alcanzó con fuerza la crisis de las subprimes, que se logró desestabilizar la mayoría de las economías del mundo. La razón del crack no fue otra que el hambre de riqueza de los grandes fondos que sabiendo que poseían paquetes de bajísimo valor, los intercambiaban en el mercado como paquetes de alto valor. La burbuja acabó explotando, provocando el cierre de bancos, cajas y la incertidumbre de quienes guardaban allí sus ahorros.
Sobre todo en esta última década, hemos visto crecer una tendencia por parte de las empresas, concretamente aquellas que ostentan una posición en el índice del país o que presumen de dominar buena parte del mercado.
Esta tendencia consiste en considerar su posición en la sociedad como algo más que un actor creador de riqueza sino también como un actor social, que valora tanto su estrategia financiera como aquella que lo relaciona con la sociedad.
En relación a esta tendencia encontramos una presencia en las redes sociales, dónde las compañías mantienen un contacto mucho más cercano tanto con sus adeptos como con sus detractores. Del mismo modo vemos que algunas se atreven incluso a defender una postura dentro de un debate social como puede ser el racismo o la homofobia. Esta tendencia ha calado de tal manera que hoy en día podemos conocer el compromiso social de las empresas actualizarse cada año a través de su informe ESG. ‘Environment’, ‘Social’, ‘Governance’ son los tres campos sobre los que se redactan estos informes dentro de los cuales se encuentran las acciones e iniciativas promovidas dentro y fuera de la sociedad en cuestión.
Ahora la pregunta es, ¿tienen realmente un impacto las empresas al adoptar este tipo de comportamientos?
Según GSIA (Global Sustainable Investment Alliance), a principios de 2020, el valor de las inversiones sostenibles de los principales mercados financieros mundiales fue de 35.3 miles de millones (‘billions’) de dólares, que representa el 36% de todos los activos administrados profesionalmente en Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia y Europa. Además de esto, este tipo de inversión ha aumentado un 15% en los dos últimos años.
Victor Van Hoorn, director ejecutivo de la agencia Eurosif, justifica el incremento de estas inversiones principalmente por dos factores, por un lado la ola regulatoria dirigida a las empresas que no contemplan los criterios ESG. El otro factor determinante, es simplemente la voluntad de las personas que quieren ver su patrimonio invertido en consonancia con sus valores, especialmente los jóvenes.
La gran pregunta que gira en torno a este tema es si estos fondos ‘responsables’ perciben rentabilidades mayores que aquellos más tradicionales.
Si lo fueron al principio de la pandemia pero no podemos asegurar que no se tratase de algo circunstancial.
Según una encuesta realizada por la consultora PwC, tres cuartas partes de los grandes inversores, incluidos fondos de pensiones y aseguradoras tienen como objetivo dejar de operar en mercados convencionales a favor de alternativas donde se encuentran las empresas ‘responsables’.
Podríamos asegurar que esta década ha sido un punto de inflexión para la sociedad occidental en lo que respecta a la economía, las relaciones entre nosotros y otros muchos aspectos, pero en concreto la conciencia social ha dado un paso de gigante promoviendo comportamientos que nos lleven a comprender y respetar más nuestro entorno. Hasta dentro de una década quizás no podamos certificar que se trata de un cambio de mentalidad lo que sí es seguro es que se realizan progresos en este camino hacia una nueva era del capitalismo, hacia el capitalismo sostenible.